El miedo es una experiencia humana, natural y normal. Todos lo sentimos de vez en cuando, y hay situaciones en las que confiamos en el miedo para mantenernos alejados de los problemas.
El miedo es sano y adaptativo, si no tuviéramos miedo a la muerte, a morir y a hacernos daño, no miraríamos a ambos lados antes de cruzar la calle. Aunque el miedo (como todas nuestras emociones) sirve para algo, también puede llegar a ser tan grande o desproporcionado que interfiera en la vida cotidiana de una persona.
El miedo a un perro callejero que gruñe y ladra es lógico y apropiado. Por otro lado, un miedo a los perros que impida a alguien ir a parques o espacios al aire libre, cualquier lugar en el que alguien pueda pasear a un perro, es el tipo de miedo que probablemente requiera la atención de un profesional.
Un exceso de miedo también puede afectarnos por dentro
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El miedo puede disparar la actividad del sistema nervioso de formas potencialmente poco saludables. También está estrechamente asociado con trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión, y en algunos casos puede reforzar o incluso dar lugar a estas condiciones de salud mental.
Veamos cómo se relaciona el miedo con la salud y cómo se puede evitar que se convierta en una bola de nieve. Preguntas y respuestas comunes
¿Cuáles son los tipos de miedo?
Los psicólogos a veces clasifican el miedo en dos tipos: condicionado e innato. El miedo condicionado es un tipo de miedo que se adquiere a través de la experiencia, mientras que el miedo innato no requiere ningún aprendizaje. En términos sencillos, el miedo es lo que siente una persona cuando se siente amenazada.
Tipos de miedo: miedo condicionado frente a miedo innato
Algunos expertos dividen el miedo en dos subtipos diferentes: el miedo condicionado (o aprendido) y el miedo innato.
El miedo condicionado es el que se adquiere a través de la experiencia. Por ejemplo, es posible que haya aprendido a temer el agua porque de niño estuvo a punto de ahogarse. El miedo innato no requiere aprendizaje. Nadie necesita que le enseñen a temer a un animal que gruñe y muerde.
La diferencia entre miedo y ansiedad
El miedo tiene un objeto y un objetivo claros. Así que si alguien me apunta con una pistola, siento miedo.
La ansiedad, en cambio, es más vaga o anticipatoria. Te preocupa que pueda ocurrir algo malo, por ejemplo, que te encuentres con alguien armado, pero ese algo malo aún no ha ocurrido. Estás en alerta máxima, pero no en peligro inmediato: eso es ansiedad.
Otra forma de distinguir entre los dos, es pensar que la ansiedad está orientada hacia el futuro. El miedo tiende a ser una reacción a una amenaza inmediata, mientras que la ansiedad es una preocupación o una respuesta a acontecimientos futuros.
También es frecuente que el miedo dé lugar a la ansiedad. Se puede tener miedo a los perros, y eso puede generar ansiedad al ver un perro.
Muchas personas tienen miedos particulares, como miedo a las serpientes, a las alturas o a estar en espacios cerrados. En casos graves, una persona puede ser diagnosticada de una fobia específica.
¿Cómo afecta el miedo al cuerpo y a la salud?
El miedo comienza cuando el cerebro, a través de los sentidos, es consciente de una amenaza. Por ejemplo, ves una gran araña correteando por el suelo o escuchas el chasquido de una rama de árbol sobre tu cabeza.
El sistema nervioso simpático también se pone en marcha, activando la respuesta de “lucha, huida o congelación” mediante la liberación de adrenalina (epinefrina). Cuando sentimos miedo, estas respuestas internas nos hacen más propensos a luchar, congelarnos o huir, lo que puede ayudar a neutralizar la fuente de su miedo.
La ansiedad, por el contrario, es más probable que desencadene un estado de alerta y evaluación de riesgos. Por ejemplo, si paseas por un parque de noche y te sientes nervioso, puedes notar que eres más sensible al crujido de una rama o al susurro de las hojas. No te asustas, pero estás más alerta.
También hay ciertas manifestaciones fisiológicas asociadas al miedo
Pueden incluir aumentos de la tensión arterial, el ritmo cardíaco y la frecuencia respiratoria. La sudoración es otro síntoma. Según las investigaciones, también aumenta la actividad inmunitaria, incluida la inflamación.
Estas respuestas internas están diseñadas para ayudar a sobrevivir a un encuentro amenazador. Pero si se activan todo el tiempo, por ejemplo, si alguien tiene un miedo intenso a las interacciones sociales u otras experiencias cotidianas, el tipo de activación crónica que esto provoca puede acarrear problemas de salud.
Algunas investigaciones han relacionado el estrés crónico, incluido el causado por el miedo, con trastornos del dolor y afecciones autoinmunes como la artritis y la enfermedad inflamatoria intestinal.
También puede tener consecuencias psicológicas. Estamos empezando a considerar la fobia específica como un trastorno de entrada. Así que, a medida que pasa el tiempo, las fobias a veces se transforman en problemas más interiorizados como la ansiedad y la depresión.
No está claro exactamente cómo o por qué ocurre esto, pero puede ser que algunos miedos específicos produzcan ansiedad que, a medida que pasa el tiempo, se hace más frecuente o generalizada.
Cómo afrontar mejor los miedos
Si pasa algún tiempo hablando con un experto en miedos, las conversaciones sobre el tratamiento (o cómo superar sus miedos) le llevarán rápidamente a una práctica: la exposición.
Terapia de exposición
El tratamiento basado en la evidencia más respaldado para la fobia específica tanto en niños como en adultos es la terapia cognitivo-conductual con exposición, y la variante que se recomienda es un tipo particular llamado terapia de exposición.
Sí, eso significa enfrentarse a la fuente de tus miedos. Pero eso es solo una parte. Hay que hacerlo de una forma manejable y en un entorno en el que puedas enfrentarte a ti mismo en el rango medio de tu miedo, no en la fase de pánico en la que se hace realidad tu peor temor. Por ejemplo, una persona con miedo a los perros podría pasar tiempo en la misma habitación con un perro que se sabe que es completamente manso y dócil.
La realidad virtual también se está convirtiendo en una herramienta popular en los tratamientos de exposición clínica. Con la realidad aumentada, puedo poner una tarántula en el entorno real del paciente. En menos de una hora, 38 minutos es la media, la persona podrá tocar una tarántula de verdad.
La parte cognitiva de la terapia cognitivo-conductual unida a la exposición también puede ser muy beneficiosa. La terapia cognitiva consiste en explorar los pensamientos que surgen durante los periodos de miedo y, desafiarlos. La conciencia de estos pensamientos y un examen cuidadoso de su validez pueden ayudar a las personas a aprender a dejarlos de lado o a reaccionar ante ellos con menos fuerza.
Si el miedo es grave o perturba la vida, lo mejor es exponerse con la orientación de un experto.
Terapia de exposición casera
Sin embargo, si tu miedo es leve, puedes practicar la “exposición light”.
Empieza poco a poco. Si te dan miedo las serpientes, por ejemplo, prueba a ver fotos de serpientes o vídeos de gente manipulando serpientes. Con el tiempo, también podrías visitar un zoo y ver serpientes en sus recintos seguros. Esas exposiciones seguras pueden ayudarte a adaptarte.
Si notas que cada vez te sientes más cómodo cerca de la fuente de tu miedo, es señal de que está funcionando.
Ejercicios de respiración, autoconversación positiva y mucho más
Los ejercicios de respiración y la autoconversación positiva son otros métodos que los médicos pueden recomendar para ayudar a las personas a controlar el miedo. Si sus miedos son leves, este tipo de prácticas de relajación pueden ayudarle a controlar la taquicardia y otros síntomas físicos del miedo. A veces, los médicos recetan medicación para una fobia concreta.
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